Las mujeres en la guerra
En tiempos de guerra, todos los derechos humanos se ven amenazados llegando
incluso a ocupar un lugar secundario frente a todo objetivo militar. Todo conflicto
armado sea o no internacional, deshumaniza cualquier tejido social y causa
sufrimientos extremos a quienes se ven atrapados en el conflicto armado.
En los últimos tiempos la frecuencia con la que se desarrollan los enfrentamientos
entre Estados han pasado a un segundo plano debido a que los conflictos
interétnicos y religiosos intraestatales han cobrado mayor intensidad. Esta
situación ha provocado que el blanco principal en las hostilidades convierta a la
población civil en víctima de los enfrentamientos y son particularmente las
mujeres quienes sufren mayormente los impactos negativos del conflicto bélico.
Hombres y mujeres viven la violencia de los conflictos armados de distintas
maneras, mientras ellos son forzados a pelear y enfrentar al enemigo con las
armas, ellas se ven obligadas a asumir papeles que responden a las necesidades
de un contexto bélico. No obstante, el fuerte impacto de la guerra y las
consecuencias de estar inmersas en ella, les genera traumas imborrables:
enviudan, son detenidas, separadas de sus familias, desplazadas, orilladas a
asumir la mayor responsabilidad de la familia desmantelada, víctimas de la
discriminación, la violencia y las heridas. En otras ocasiones, aunque no se
presenta de manera frecuente, deciden ingresar voluntariamente o
involuntariamente en las fuerzas armadas abandonando a sus familias para
ejercer roles tanto de apoyo como de combate.
En la otra cara de la realidad, las mujeres que forman parte de la población civil al
quedar solas en sus comunidades tienen que asumir una mayor responsabilidad
que cubra el vacío dejado por la figura masculina, sobre ello, intentan resguardar
a sus seres queridos, cuidando a los enfermos y heridos, protegiendo a los
sobrevivientes y consiguiendo los insumos básicos necesarios para su
sobrevivencia, sin embargo, para obtener estos recursos a menudo tienen que
recorrer largas distancias en búsqueda de agua, alimentos, leña y medicamentos,
debido a que en tiempo de conflictos suelen escasear estos bienes cerca de sus
comunidades, lo que las orilla a correr el riesgo de ser atacadas y de resultar
heridas a consecuencia de los combates o la explosión de las minas.
Sin embargo, cuando caen en situaciones en extremo humillantes se enfrentan a
convertirse en botines de guerra, ya sea como víctima de una violación para
humillar al enemigo o como prisioneras al servicio doméstico y sexual de la
contraparte.
Los testimonios obtenidos de los actuales conflictos revelan que las mujeres se
están convirtiendo, con más frecuencia , en las primeras víctimas de los combates.
Como miembros de la población civil, mujeres y niñas se convierten en presa fácil
de innumerables actos sistemáticos de violencia contra su integridad, su
vulnerabilidad las convierte en el blanco de la violación sexual, la prostitución
forzada, la esclavitud sexual y el embarazo forzado, actos que en la actualidad se
han transformado en un arma de guerra y destrucción sumamente eficaz para
alcanzar objetivos militares específicos. Posteriormente aún cuando lo conflictos
hayan cesado, las marcas de la violencia las persigue en sus sociedades, la
misma población de la comunidad las rechaza, las aísla y en ocasiones son
obligadas al ostracismo.
En consecuencia ante tal crueldad deshumanizada, expuesta en cada conflicto, la
comunidad internacional reconoció, desde hace 55 años, la necesidad de
conformar instrumentos que protegieran al individuo de los graves efectos de la
guerra. Ante tal preocupación los Estados adoptaron los cuatro Convenios de
Ginebra y sus dos Protocolos adicionales los cuales protegen a hombres y
mujeres como miembros de la población civil que no participan en las hostilidades,
otorgando a la figura femenina una protección especial debido a su condición
vulnerable (artículo 27 del cuarto convenio).
No obstante, con el pasar de los años la adopción de estos instrumentos no fue
suficiente debido a la evolución tecnológica en la esfera militar cuyo uso cambió la
intensidad de los enfrentamientos obligando en consecuencia al Derecho
Internacional Humanitario a procurar una evolución en la adopción de parámetros
más amplios que aseguraran la protección a los derechos humanos de todo
individuo inmerso en un conflicto bélico y proyectara importantes progresos en la
batalla contra la impunidad. Ante tal tarea la jurisdicción internacional reflejó sus
avances en la labor de los tribunales internacionales para la ex Yugoslavia y para
Ruanda cuyas sentencias condenaron la violencia sexual de las mujeres y
permitieron que recientemente que en la legislación del Estatuto de Roma de la
Corte Penal Internacional también se adoptara una clara prohibición a la violencia
sexual, considerada como crimen de guerra.
A escala regional, los progresos también se han dado en la misma orientación
donde el sistema americano y europeo de derechos humanos han considerado
que la violencia de cualquier tipo, especialmente la sexual y la violación en
situaciones de conflicto constituyen quebrantamientos a los tratados de derechos
humanos.
Sin embargo, estos esfuerzos se ven limitados cuando los Estados y la partes del
enfrentamiento bélico no acatan sus obligaciones y respeto por la seguridad y
dignidad de las mujeres en tiempos de guerra. Sería deseable que el objetivo final
al que llegaran fuera que durante los actos bélicos que conocemos casi a diario, la
protección general y específica a que tienen derecho las mujeres, se convirtiera
en una realidad.
La necesidad de realizar esfuerzos constantes para promover la difusión del
derecho internacional humanitario debe convertirse en un objetivo primordial por
parte de las sociedades a nivel global. En suma, la incorporación de una
perspectiva promovida desde las mujeres contribuirá a mejorar los procesos de
construcción de paz y transformación de los conflictos.
La existencia de una corresponsabilidad entre Estados por mejorar la situación
crítica de las mujeres en tiempos de guerra debe ser un tema central en los
debates de la agenda internacional.
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